
«El fanatismo supone una adhesión incondicional a una causa. La mencionada ceguera que produce el apasionamiento lleva a que el fanático se comporte, en ocasiones, de manera violenta e irracional. El fanático está convencido de que su idea es la mejor y la única válida, por lo que menosprecia las opiniones de los demás.
De esta manera, podríamos determinar que el fanatismo se sustenta o identifica por cinco principales señas de identidad: el deseo de imponer sus propias ideas, el despreciar a quienes son diferentes, el basarse en una serie de ideas que son incuestionables, el tener una visión “cuadriculada” de las cosas pues todo es blanco o negro, y finalmente el carecer por completo de todo espíritu crítico» (fuente: página de Definición de)
El domingo, como todos los domingos, fui al pueblo por mi diario. Algunos saben, otros no tienen porque saber, elijo el diario Perfil porque considero toma distancias varias tanto del macrismo como del kirchnerismo y comprende la intervención de editorialistas con mirada crítica general, cuyas opiniones suelen molestar porque no se casan fácilmente con nadie y utilizan la pregunta y la duda como herramientas. Además escriben algunos más parciales y es buen ejercicio leer a quienes piensan diferente pero esgrimen argumentos. Elijo y me paro en un lugar, no me dá lo mismo todo, pero puedo leer un poco de todo y no me persigno ante el pensamiento diferente.
Estaba pagando el diario y demoré porque la diariera no tenía cambio, y un vecino desconocido aprovechó para pedir su diario, Página 12, y hacer un comentario que la verdad caí tarde en que estaba referido a mi. Dijo » yo no compro un pasquín» Habría que revisar qué significa realmente pasquín, pero aquí sabemos para qué se utiliza. No me dí cuenta que me refería, sino no me hubiera callado, salvo que hubiera sido alguien conocido o en tono de broma, pero no lo fue. Lo primero que me llegó es su odio a ese otro diferente. El odio siempre encuentra oportunidad y víctima, todo vale, incluso el kiosco de diarios y el boludo ritual de algunos desactualizados de seguir comprando la prensa escrita.
La verdad que no lo considero un hecho fortuito, habrá muchos vecinos enseñándonos qué tenemos que pensar, y tal vez vuelva entre tantas cosas la cátedra de pensamiento nacional correcto. Muchos analistas creen que esta vez es en paz y con respeto a la convivencia, pero en el Frente de «Todos» la coincidencia es la de acumulación de poder y una puja que aún no sabemos hasta dónde puede llegar.
Yo, realmente, no creo en estas formas de la política, que se mueven más en el estudio de qué vende mejor, que en cambios sustanciales. En definitiva el perfeccionamiento del manejo de masas. Elogio a Goebbels en definitiva. Me preocupa más aún el sostenimiento de estos aparatos, una sociedad que acepta, sea el color que sea, la sujeción a ídolos, incondicionalmente, como si esto fuera el fútbol o una secta religiosa. Esto se evidencia en los perfiles de las redes, que deben hablar de nuestra cara y ofrecen el rostro de ese otro del que todo defiendo y apoyo, en una suerte de obediencia debida. Para mí, tremendo. Podemos elegir, coincidir, pero en este juego, como en el fútbol, como en las creencias en general, no perder hasta el vacío, lo propio. Es un juego que no merece nuestra adhesión fanática. Y cuando el fanatismo impera, se pierde todo juego.
Me preocupa el retorno al discurso conveniente que tapa una acción tan lejana a lo que se proclama.
Me preocupa una militancia militar, tan religiosa e impugnante de otras formas de ver la realidad. Mi vecino me dijo en realidad, «sé que lo que leés es basura, porque nos critica»
No hace falta decir que todo lo anterior fue un desastre. Para mi Macri jugó a la otra cara de Cristina, y nos dejaron presos en la dualidad. Liberalismo y populismo no son sino dos caras de la modernidad, en estos momentos sin síntesis posible, y agudizados en el enfrentamiento y el uso del otro «enemigo».
Parece que para muchos, casi todos los políticos de la repetición, llegar al poder del gobierno es adueñarse del país, casi de todas las decisiones, por lo menos ignorar las diferencias, prometer la «gran patria» que llegó cuando yo llegué y convencernos de que debemos elegir entre igualdad o libertad. Sin avanzar definitivamente en ninguna.
Mi vecino dejó ver que estos políticos nos espejan, que no son tan extraños y que usan nuestros odios, miedos y esperanzas para llegar. Lo que hacen luego, es otra cosa. Todos proponen acuerdos nacionales, pero siempre sujetos al mandato vertical y usufructo personalista.
En definitiva nada vuelve, ya estaba y está. Nuestra historia está plagada de odios, diferencias negadas y enfrentamientos. Ninguna pretensión totalitaria, que siempre las hubo, logró borrar al «enemigo».
Difícil pero imprescindible pensar los puentes, las realidades no necesitan de consignas maniqueas, sino encuentro de pensamientos y conflictos, debate. Imposible dejar de reconocer el avance que produjo el peronismo en su etapa inicial, pero muchos pensaron la patria peronista, y la imposición, y alimentaron la reacción. Convencer no es vencer.
Recuerdo que mi viejo, juez de paz en el tiempo que Evita falleció, recibió una delegación sindical que bajo amenaza le hizo ponerse el brazalete de duelo. Había sido denunciado. La historia demuestra que las pretensiones totalitarias siempre acaban mal.
Espero que mi vecino siga eligiendo sus lecturas y pueda aprender que nuestras realidades nunca cierran a una sola mirada, y que insistir en atacar lo diferente, puede ser peligroso.
¿Por dónde empezar?
Tal vez por una mirada hacia adentro, a nuestro enemigo interno, a nuestro problema con las diferencias. Estamos cruzados por múltiples historias de fanatismo, rencor y disputa. De eliminación de las diferencias, así se forjó este crisol de razas…Crisol, recipiente donde se funden los metales…para eliminar las diferencias.