Todo se lee desde el color que quiera leerse. Y los católicos muy católicos, por lo menos en discurso, leerán el valor de hablar aún a la ausencia. Pero también desde lo simbólico es por lo menos llamativo el tema de esa ceremonia a la intemperie y en soledad. Esa imagen tremenda y contundente. Un Papa que recurrentemente pide que recen por él.
También podemos pensar que estos tiempos que sacuden a todas las instituciones , también lo hacen con la Iglesia. Una Iglesia y un Papa con aciertos y desaciertos, pero con temas que aún no sana, sus finanzas no tan santas, siempre asociadas con grupos mafiosos desde la P2 en adelante y no uno o dos, sino cientos de sacerdotes acusados de pedofilia. Después seguro están cada sacerdote y cada fiel, pero la Iglesia, igual que tantas instituciones de nuestro mundo, familia, escuela, estado, iglesias en general, parece que adopta con facilidad el deporte más practicado, el de tapar, de negar, de la alfombra inmensa que todo lo cubre. Y de mantener el poder a cualquier precio. Ese escenario vacío puede ser leído, como símbolo, de otro modo. Y hablar a las instituciones modernas y no tan modernas… de otro modo.
